Influyen las secuelas que dejaron las inundaciones, sobre todo en lo financiero. Además hay zonas que volvieron a ser castigadas por las intensas lluvias.
En el 2016, la producción argentina de leche cayó un 12%. Pasó de 11.313 millones de litros (2015) a 9.895 millones de litros el año pasado, según los datos del Ministerio de Agroindustria de la Nación. Una de las principales causas de esta tendencia fue el diluvio que inundó a los tamberos santafesinos y cordobeses hace exactamente un año, cuando llovió más de 20 días seguidos, con picos de más de 400 milímetros. Un escenario muy similar, además, se volvió a repetir en el último tramo de diciembre.
En la cuenca lechera central, que atraviesa el centro y sur de Córdoba y Santa Fe, la caída en la producción de leche fue mucho más importante. El asesor y productor Federico Vionnet recuerda que antes de abril de 2016 en esta última provincia se ordeñaban 8 millones de litros por día.
Después del diluvio del otoño del año pasado, esa cifra cayó a la mitad (4 millones de litros) y ahora recuperar el ritmo del ordeñe sigue siendo una tarea difícil, con un volumen que oscila cerca de los 5 millones de litros, de acuerdo a su estimación. “La proyección es que en la primavera podríamos estar en 6 millones de litros”, adelantó, en diálogo con Clarín Rural.
En Las Varillas (Córdoba) hay tambos que enfrentaron cuatro inundaciones seguidas. Muchos cerraron. En los que aguantaron, la producción de leche se replegó hasta un 70%. “Antes de abril de 2014, en nuestro tambo ordeñábamos hasta 7.000 litros diarios. Ahora, la producción es de 2.000 litros por día por las secuelas que nos dejaron los desastres climáticos”, contó el tambero Lucas Marenchino, que en los últimos años, además de su trabajo como productor, también ha tenido un rol muy activo -junto a otros tamberos- en el reclamo de obras hídricas para el sudeste cordobés.
En María Luisa (Santa Fe), Marcelo Dándolo lentamente intenta recuperar el volumen que ordeñaba hace un año. “Todavía estamos un 20% por debajo de los 5.000 litros que producíamos antes del otoño pasado y también nos golpearon muy duro las precipitaciones de finales de diciembre y enero. Si el clima acompaña, quizás en junio podamos volver a ese ritmo”, estimó.
En una coyuntura que sigue siendo difícil, la buena noticia es que la campaña de picado fue buena, en general, y la mayoría de los tambos tienen reservas forrajeras. Con las pasturas, la situación es más complicada. Las que se sembraron tarde -en la primavera- se volvieron a arruinar con el diluvio de finales de diciembre y hay muchos tamberos que están implantando ahora lotes de alfalfa y también verdeos. Quizás lo más grave, es la situación financiera.
“Los tamberos seguimos muy endeudados y es muy complicado encontrar recursos para sembrar esos lotes. En nuestro tambo teníamos 200 hectáreas de alfalfa y hoy hay 30 hectáreas”, precisó Marenchino.
Vionnet advierte que los números de los productores siguen en rojo. “Están muy jugados por las consecuencias del año pasado, en el que se combinaron precios bajos e inundaciones. Además hay poco crédito y es difícil acceder”, indicó.
El problema es que las carpetas crediticias que presentan muchos tamberos rebotan en los bancos porque vienen de varios años con balances negativos.
El gobierno de Santa Fe esta semana lanzó una línea de crédito de 400 millones de pesos para 1.300 tamberos (unos 300.000 pesos por tambero), que se compone de $ 150 millones que aporta la provincia y $ 250 millones que prometió Ricardo Buryaile, ministro de Agroindustria del Gobierno Nacional.
La línea se denomina “Fondo de inversión y desarrollo para la asistencia financiera al sector tambero”. Luis Contigiani, ministro de la Producción de Santa Fe, aseguró que estará destinada a los tamberos que sufrieron dos crisis hídricas consecutivas. “Esto va a permitir brindarles un auxilio muy importante, en condiciones muy ventajosas; por ejemplo, créditos con un año de gracia, a devolver en dos años, de 36 cuotas fijas en pesos, y cero tasa de interés”, destacó.
En San Jerónimo Norte, unos 40 kilómetros al oeste de Santa Fe, Liliana Meynet está preocupada porque la situación no repunta. “Todavía estamos uno 700 litros por debajo de nuestro potencial (un 38%) y haciendo la leche más barata que podemos. En nuestra zona, además, los silos no fueron buenos y la asistencia financiera que se está prometiendo no esperamos recibirla hasta junio”, advirtió.
Vionnet, que en su rol de asesor está en contacto con muchos tambos, dice que otro de los problemas es que “los pequeños detalles se dejaron de hacer” y eso incide en que no crezca más rápido la producción de leche. Se refiere a la vacunación al preparto, al buen manejo de la recría y la guachera y un montón de ajustes finos en la nutrición. “La zona productivamente está estancada”, aseguró.
En realidad, los números de la lechería argentina hace más de 15 años que están estancados. En el 2016 se ordeñó casi el mismo volumen que en el 2000 (9.793 millones de litros ese año, contra 9.895 millones de litros en 2016).
El último salto importante en la producción de leche se logró entre 1990 y 1997, cuando se pasó de 6.000 millones de litros por año a cerca de 9.000 millones de litros, un crecimiento del 50% en 7 años. En los últimos 15 años, en cambio, el ordeñe osciló cerca de los 10.000 millones de litros, con un crecimiento de apenas un 15%, si se compara el volumen ordeñado en 2000 con el de 2015 (11.313 millones de litros).
En María Luisa, Dándolo cree que llegó el momento de reconocer que con la lechería se tocó fondo, porque también están complicadas las industrias lácteas. En su visión, el desafío es consolidar una cadena “en serio” entre los productores, las lácteas y con un circuito de comercialización transparente.
“Los tamberos tenemos que pasar de la queja a la propuesta. Salir del parche y armar algo en serio. El tambo dejó de ser un empleo atractivo para la gente que trabaja, que cuando llueve no puede ni salir a cenar o mandar a sus chicos a la escuela. Si el objetivo es profesionalizar la gestión y sumar eficiencia, es fundamental tener en cuenta la calidad de vida y la formación de los recursos humanos”, concluyó.
Fuente: Clarín